jueves, 31 de octubre de 2019

31 de octubre y sin BREXIT

Tras superar una nueva línea roja marcada por Bruselas, Reino Unido, según confirmó Donald Tusk, no abandonaría la UE el 31 de octubre de 2019. Un aplazamiento más que oportuno para permitir que los anglosajones puedan preparar sus comicios en contra del mensaje tantas veces repetido de que «Los problemas de Londres no se pueden resolver en Bruselas».
Reino Unido ¿abandona la UE?
Reino Unido ¿abandona la UE?


Si realizamos una radiografía de lo que Reino Unido está imbricado en la Unión Europea —al menos, hasta que no se haga efectivo el Brexit, hecho postergado hasta final del mes de enero— encontramos que tiene un peso proporcional a su población significativamente mayor que otros países. Se ve que aún logran mantener vivas reminiscencias de su estirpe imperialista.

Reino Unido lo forman Inglaterra, Gales, Escocia —todos ellos componentes de Gran Bretaña— e Irlanda del Norte. Aparte existen catorce territorios de ultramar que tienen una administración propia delegada pero gozan de la protección, asesoramiento y negociado británico. De estos territorios Acrotiri y Dhekelia están reclamados por Chipre, Islas Georgias del Sur y Sandwich del Sur, Islas Malvinas y Territorio Antártico Británico están reclamados por Argentina —y éste último, también por Chile— y Gibraltar, por España.

Canadá se formó como fruto de la unión de 3 colonias británicas norteamericanas por medio de la Confederación como dominio federal de 4 provincias y tras un largo proceso de ganancia de autonomía frente a Reino Unido se erigió como monarquía constitucional con Isabel II a su frente en el papel de Jefe de Estado y democracia parlamentaria. Por su parte Australia fue reclamada en gran parte en 1770 y desde 1788 se estableció como colonia penal en Nueva Gales del Sur de los convictos británicos. No fue hasta 1901 que las seis colonias de la Commonwealth se establecieron como Confederación de Australia y, desde su fundación, se ha mantenido como un sistema político democrático liberal y ha seguido perteneciendo a la Corona británica dentro de la Comunidad Británica de Naciones.

Así la cosa, se ve claramente que este conglomerado de territorios crea una mezcla heterogénea de intereses que los británicos, con su especial talante monopolizan y dirigen hacia su beneficio propio. Las alianzas y negociaciones que han ido fraguando desde siglos han sido fruto de la alternancia de grandes políticos con dirigentes mezquinos y sin altura de miras.

Hay cosas que no corresponde decidir al pueblo, no porque no le afecte, todo lo contrario,, sino porque no estamos preparados para dejar de lado la visceralidad. Igual que un jurado popular trata de dar participación a la calle mientras se muestra manipulable por retorcidos letrados que saben pulsar las alarmas del miedo, la familia, la propiedad,…, un referéndum traslada un problema de gran complejidad que no muchos especialistas alcanzan a ver en toda su dimensión a una población con un nutrido grupo alimentado al más puro estilo Panem et circenses que diría Juvenal, el poeta romano, allá por el 100 a.C.

Como diría mi buen amigo el profesor Manuel Reyes Camacho, estos “políticos DesIluminati” han creado un golem que se alimenta del miedo al inmigrante, a la falta de autogobierno, a la pérdida de poder adquisitivo, a la bajada de las jubilaciones, a la falta de empleo, a la inseguridad ciudadana… y el golem les ha sacado de Europa. En realidad nunca llegaron a estar dentro del todo, no se veían como iguales y es entendible dado su marcado carácter imperialista y su afán anexionador —en su ADN se lleva más el dirigir que el compartir gobierno—. Sin embargo que no estuviera del todo dentro no significa que no impusiera sus líneas rojas. Recién ingresada en 1973 a la unión de países europeos tras un veto que la República Francesa de Charles de Gaulle le practicó en 1963, Reino Unido era la tercera nación más pobre de los primeros componentes. La CEE se había formalizado en Roma el 25 de marzo de 1957 entre Francia, Países Bajos, Luxemburgo, Bélgica, Italia y la República Federal Alemana con la finalidad de crear una unión más estrecha entre los seis firmantes pero se vinculó fundamentalmente a la libre circulación de bienes y a un tratado de política agrícola común  (PAC). Reino Unido no tiene una significativa representación agrícola por lo que no se benefició de las subvenciones al campo que percibían otros países pero su primera ministro Margaret Thatcher —la dama de hierro— logró sacar rédito imponiendo el conocido como «cheque británico» que compensaba que los británicos no metieran la mano en el cajón de las ayudas —más que nada, porque no podían, claro— y esto, en un momento en el que las ayudas representaban casi el 75% del gasto del presupuesto comunitario. Las cifras que se barajan de los últimos años oscilan en «cheques» por valor de 6 000 a 10 000 millones de euros por este concepto.

Hemos de tener en cuenta que para no tener una permanencia real identitaria Reino Unido cuenta con 73 escaños en el Parlamento Europeo que a su salida habrán de gestionarse. Se ha planteado repartir 27 de los mismos entre los 15 países componentes y reservar 46 para futuras ampliaciones a fin de perjudicar la proporción representativa.

Esta isla soberana ha ostentado su presidencia en 5 ocasiones —la última, en el primer semestre de 2005—. El comisario británico es el responsable de Estabilidad Financiera, Servicios Financieros y Unión de los Mercados de Capitales y cuenta con 24 representantes en el Comité Económico y Social Europeo donde se representa como órgano consultivo a empresarios y trabajadores de los países miembros y colabora activamente en la redacción de las distintas leyes laborales. Cuenta, también, con 17 representantes en el Comité de las Regiones donde se elaboran las propuestas legislativas que dan representación a las distintas regiones de la UE y tiene un órgano de comunicación con las instituciones de la UE llamado la Representación Permanente que permite un acceso directo a todos los tratados en negociación. 

La contribución del Reino Unido a la UE supone el 0,46% de su renta nacional bruta [1] pero lo que ingresa alcanza los 6 326 millones de euros.

Los británicos más independentistas ven en esta inversión una pérdida de liquidez que podría quedar dentro de su territorio pero saltan por alto que el 23% de sus exportaciones las realiza a países de la UE —Alemania, Suiza y Francia— y que los tratados con los otros dos que copan su top  5 —USA y China— están sujetos al respaldo legal y las garantías que ofrecen la UE 27. Al mismo tiempo para satisfacer su consumo son importadores, en casi un 30% de países de la UE —Alemania, Países Bajos y Francia— y de China y USA (hasta un 19%). 

Es innegable que las aguas se alborotarán en los primeros momentos y queda ahora un proceso de desconexión que lejos  de ser una interrupción cómoda y sintética como afirmaban los leguleyos partidarios de la salida, afectará a un sinfín de leyes y tratados tanto de índole europea como de mercado exterior. La primera consecuencia está clara:  bajada de las bolsas con un varapalo para la moneda británica debida más a la incertidumbre que a la inmediatez del propio proceso y aparecerán las primeras iniciativas de fugas empresariales a plazas europeas en evitación de las futuras tasas arancelarias con la UE pues es bien seguro que las tarifas sobre exportaciones e importaciones serán mayores que siendo miembro comunitario aunque tampoco en exceso —hablamos de tasas en el entorno del 3%—. El propio HSBC ya ha hizo público a través de su consejero delegado en Londres que un 20% de su plantilla sería desplazada. Todo esto podrá provocar un efecto rebote retroalimentando la incertidumbre bursátil y los fondos privados y de jubilación de los, todavía hoy, vecinos británicos, se verán afectados a la baja. Este efecto se estima que podría afectar a corto a más de 1 millón de trabajadores que dejarían de serlo y pasarían de ser contribuyentes fiscales a consumidores de prestaciones —he aquí otro dato curioso pues perderían el complemento al salario y al subsidio recientemente logrado por los hijos de la Gran Bretaña en UE—. Si todo esto se traslada a un escenario poco deseable, como un estado de insolvencia que requisiese de un hipotético rescate del Barclays Bank supondría un desembolso altísimo para los británicos en exclusiva. Los mercados son un ente supranacional, un pegamento que une piezas grandes y pequeñas de la  economía mundial y ningún estado está exento de su alcance. Si la incertidumbre bursátil implica un riesgo mayor, el mercado pedirá mayores garantías y, por tanto, un mayor interés con lo que la financiación será más difícil y arrastrará valores de sectores como la construcción, el transporte o la investigación —y, con ello, las universidades, pues parte de su potencial humano podrá pensar que su futuro estará más seguro en fronteras más amplias y muchos estudiantes se forman en UK con becas europeas que dejarán de tener efecto—.

Con respecto a la libre circulación de ciudadanos habrá cambios pero tampoco tantos como se podría esperar pues Reino Unido no forma parte del espacio Schengen que aglutina una serie de tratados que garantizan la capacidad de todo ciudadano de la UE de circular libremente por los territorios adscritos.

Si nos acercamos a las aguas de Gibraltar, el papel es aún peor. Tiene una renta per cápita solo detrás de Catar y Luxemburgo pero en un territorio deprimido socioeconómicamente y el éxito de esta hazaña laboral para los conglomerados de empresas que allí se alojan es la relajada fiscalidad y la tributación que no exige tributación ni por los beneficios generados fuera del Peñón ni por los dividendos. Así, se encuentran edificios desiertos donde testaferros acaparan decenas de sociedades que forman una economía opaca para el resto de países de la UE. Con solo 29 000 habitantes tienen radicados todos los bancos británicos, 4 multinacionales de la consultoría, distintas megacompañías del transporte y del petróleo y distintas entidades suizas de capital. Esto podría entenderse como un paraíso fiscal pero los británicos prefieren llamarlo «un centro financiero». Sin embargo, este centro financiero tiene los días contados cuando se convierta en frontera exterior de la UE. Desde la firma del tratado de Utrech en 1713 donde España, por medio de Carlos III, cedió el conocido como promontorio de Calpe poniendo fin a la Guerra de Sucesión, ha pasado por momentos de bloqueo como el que aplicó Franco en 1969 que no fue levantado hasta 1985. 12 000 trabajadores cruzan la frontera a diario pero si UK abandona la UE, Gibraltar, también lo hace y quedándose fuera del mercado único que garantiza el activo de las empresas allí asentadas. Sin estos holding de empresas, Gibraltar es, solo, una pequeña isla turística de 7 km2 a la que España ya ha anticipado un principio de adhesión donde los habitantes podrían disfrutar de compartir ambas nacionalidades —cosa que desde Londres niegan categóricamente, claro—. 

Como puede verse, un escenario con un apasionante calado político que podría ser un best seller de no tratarse de jugar con las vidas de tantas personas. La política debiera ser una forma de alcanzar acuerdos y sumar voluntades, no de crear discordias, sembrar miedos y edificar barreras pero eso sería posible si los líderes fueran tal cosa y no meros calentadores de asiento preocupados por su visión cortoplacista de la vida pues se mueven en períodos de 4 años mientras que el resto del mundo se levanta para  ser productivo, todos los días de su vida.



[1] Referencia al ejercicio fiscal de 2017.

Créditos imagen:
Autor grafiti: banksy / https://bit.ly/2PzjywD (CC BY 2.0)

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