Tras superar una nueva línea roja marcada
por Bruselas, Reino Unido, según confirmó Donald Tusk, no abandonaría la UE el
31 de octubre de 2019. Un aplazamiento más que oportuno para permitir que los
anglosajones puedan preparar sus comicios en contra del mensaje tantas veces
repetido de que «Los problemas de Londres no se pueden resolver en Bruselas».
Reino Unido ¿abandona la UE? |
Si realizamos una radiografía de lo que
Reino Unido está imbricado en la Unión Europea —al menos, hasta que no se haga
efectivo el Brexit, hecho postergado hasta final del mes de enero— encontramos
que tiene un peso proporcional a su población significativamente mayor que
otros países. Se ve que aún logran mantener vivas reminiscencias de su estirpe
imperialista.
Reino Unido lo forman Inglaterra, Gales,
Escocia —todos ellos componentes de Gran Bretaña— e Irlanda del Norte. Aparte
existen catorce territorios de ultramar que tienen una administración propia
delegada pero gozan de la protección, asesoramiento y negociado británico. De
estos territorios Acrotiri y Dhekelia están reclamados por Chipre, Islas
Georgias del Sur y Sandwich del Sur, Islas Malvinas y Territorio Antártico
Británico están reclamados por Argentina —y éste último, también por Chile— y
Gibraltar, por España.
Canadá se formó como fruto de la unión de
3 colonias británicas norteamericanas por medio de la Confederación como
dominio federal de 4 provincias y tras un largo proceso de ganancia de
autonomía frente a Reino Unido se erigió como monarquía constitucional con
Isabel II a su frente en el papel de Jefe de Estado y democracia parlamentaria.
Por su parte Australia fue reclamada en gran parte en 1770 y desde 1788 se
estableció como colonia penal en Nueva Gales del Sur de los convictos
británicos. No fue hasta 1901 que las seis colonias de la Commonwealth se
establecieron como Confederación de Australia y, desde su fundación, se ha
mantenido como un sistema político democrático liberal y ha seguido
perteneciendo a la Corona británica dentro de la Comunidad Británica de
Naciones.
Así la cosa, se ve claramente que este
conglomerado de territorios crea una mezcla heterogénea de intereses que los británicos,
con su especial talante monopolizan y dirigen hacia su beneficio propio. Las
alianzas y negociaciones que han ido fraguando desde siglos han sido fruto de
la alternancia de grandes políticos con dirigentes mezquinos y sin altura de
miras.
Hay cosas que no corresponde decidir al
pueblo, no porque no le afecte, todo lo contrario,, sino porque no estamos
preparados para dejar de lado la visceralidad. Igual que un jurado popular
trata de dar participación a la calle mientras se muestra manipulable por
retorcidos letrados que saben pulsar las alarmas del miedo, la familia, la
propiedad,…, un referéndum traslada un problema de gran complejidad que no
muchos especialistas alcanzan a ver en toda su dimensión a una población con un
nutrido grupo alimentado al más puro estilo Panem et circenses que diría
Juvenal, el poeta romano, allá por el 100 a.C.
Como diría mi buen amigo el profesor
Manuel Reyes Camacho, estos “políticos DesIluminati” han creado un golem
que se alimenta del miedo al inmigrante, a la falta de autogobierno, a la
pérdida de poder adquisitivo, a la bajada de las jubilaciones, a la falta de
empleo, a la inseguridad ciudadana… y el golem les ha sacado de Europa. En
realidad nunca llegaron a estar dentro del todo, no se veían como iguales y es entendible
dado su marcado carácter imperialista y su afán anexionador —en su ADN se lleva
más el dirigir que el compartir gobierno—. Sin embargo que no estuviera del
todo dentro no significa que no impusiera sus líneas rojas. Recién ingresada en
1973 a la unión de países europeos tras un veto que la República Francesa de
Charles de Gaulle le practicó en 1963, Reino Unido era la tercera nación más
pobre de los primeros componentes. La CEE se había formalizado en Roma el 25 de
marzo de 1957 entre Francia, Países Bajos, Luxemburgo, Bélgica, Italia y la
República Federal Alemana con la finalidad de crear una unión más estrecha
entre los seis firmantes pero se vinculó fundamentalmente a la libre
circulación de bienes y a un tratado de política agrícola común (PAC).
Reino Unido no tiene una significativa representación agrícola por lo que no se
benefició de las subvenciones al campo que percibían otros países pero su
primera ministro Margaret Thatcher —la dama de hierro— logró sacar rédito
imponiendo el conocido como «cheque británico» que compensaba que los
británicos no metieran la mano en el cajón de las ayudas —más que nada, porque
no podían, claro— y esto, en un momento en el que las ayudas representaban casi
el 75% del gasto del presupuesto comunitario. Las cifras que se barajan de los
últimos años oscilan en «cheques» por valor de 6 000 a 10 000 millones de euros
por este concepto.
Hemos de tener en cuenta que para no tener
una permanencia real identitaria Reino Unido cuenta con 73 escaños en el
Parlamento Europeo que a su salida habrán de gestionarse. Se ha planteado
repartir 27 de los mismos entre los 15 países componentes y reservar 46 para
futuras ampliaciones a fin de perjudicar la proporción representativa.
Esta isla soberana ha ostentado su
presidencia en 5 ocasiones —la última, en el primer semestre de 2005—. El
comisario británico es el responsable de Estabilidad Financiera, Servicios
Financieros y Unión de los Mercados de Capitales y cuenta con 24 representantes
en el Comité Económico y Social Europeo donde se representa como órgano
consultivo a empresarios y trabajadores de los países miembros y colabora
activamente en la redacción de las distintas leyes laborales. Cuenta, también,
con 17 representantes en el Comité de las Regiones donde se elaboran las
propuestas legislativas que dan representación a las distintas regiones de la
UE y tiene un órgano de comunicación con las instituciones de la UE llamado la
Representación Permanente que permite un acceso directo a todos los tratados en
negociación.
La contribución del Reino Unido a la UE
supone el 0,46% de su renta nacional bruta [1] pero lo que ingresa alcanza los
6 326 millones de euros.
Los británicos más independentistas ven en
esta inversión una pérdida de liquidez que podría quedar dentro de su territorio
pero saltan por alto que el 23% de sus exportaciones las realiza a países de la
UE —Alemania, Suiza y Francia— y que los tratados con los otros dos que copan
su top 5 —USA y China— están sujetos al respaldo legal y las
garantías que ofrecen la UE 27. Al mismo tiempo para satisfacer su
consumo son importadores, en casi un 30% de países de la UE —Alemania, Países
Bajos y Francia— y de China y USA (hasta un 19%).
Es innegable que las aguas se alborotarán
en los primeros momentos y queda ahora un proceso de desconexión que
lejos de ser una interrupción cómoda y sintética como afirmaban los
leguleyos partidarios de la salida, afectará a un sinfín de leyes y tratados
tanto de índole europea como de mercado exterior. La primera consecuencia está
clara: bajada de las bolsas con un varapalo para la moneda británica
debida más a la incertidumbre que a la inmediatez del propio proceso y
aparecerán las primeras iniciativas de fugas empresariales a plazas europeas en
evitación de las futuras tasas arancelarias con la UE pues es bien seguro que
las tarifas sobre exportaciones e importaciones serán mayores que siendo
miembro comunitario aunque tampoco en exceso —hablamos de tasas en el entorno
del 3%—. El propio HSBC ya ha hizo público a través de su consejero delegado en
Londres que un 20% de su plantilla sería desplazada. Todo esto podrá provocar
un efecto rebote retroalimentando la incertidumbre bursátil y los fondos
privados y de jubilación de los, todavía hoy, vecinos británicos, se verán
afectados a la baja. Este efecto se estima que podría afectar a corto a más de
1 millón de trabajadores que dejarían de serlo y pasarían de ser contribuyentes
fiscales a consumidores de prestaciones —he aquí otro dato curioso pues
perderían el complemento al salario y al subsidio recientemente logrado por los
hijos de la Gran Bretaña en UE—. Si todo esto se traslada a un escenario poco
deseable, como un estado de insolvencia que requisiese de un hipotético rescate
del Barclays Bank supondría un desembolso altísimo para los británicos en
exclusiva. Los mercados son un ente supranacional, un pegamento que une piezas
grandes y pequeñas de la economía mundial y ningún estado está exento de
su alcance. Si la incertidumbre bursátil implica un riesgo mayor, el mercado
pedirá mayores garantías y, por tanto, un mayor interés con lo que la
financiación será más difícil y arrastrará valores de sectores como la
construcción, el transporte o la investigación —y, con ello, las universidades,
pues parte de su potencial humano podrá pensar que su futuro estará más seguro
en fronteras más amplias y muchos estudiantes se forman en UK con becas
europeas que dejarán de tener efecto—.
Con respecto a la libre circulación de
ciudadanos habrá cambios pero tampoco tantos como se podría esperar pues Reino
Unido no forma parte del espacio Schengen que aglutina una serie de tratados
que garantizan la capacidad de todo ciudadano de la UE de circular libremente
por los territorios adscritos.
Si nos acercamos a las aguas de Gibraltar,
el papel es aún peor. Tiene una renta per cápita solo detrás de Catar y
Luxemburgo pero en un territorio deprimido socioeconómicamente y el éxito de
esta hazaña laboral para los conglomerados de empresas que allí se alojan es la
relajada fiscalidad y la tributación que no exige tributación ni por los
beneficios generados fuera del Peñón ni por los dividendos. Así, se encuentran
edificios desiertos donde testaferros acaparan decenas de sociedades que forman
una economía opaca para el resto de países de la UE. Con solo 29 000 habitantes
tienen radicados todos los bancos británicos, 4 multinacionales de la
consultoría, distintas megacompañías del transporte y del petróleo y distintas
entidades suizas de capital. Esto podría entenderse como un paraíso fiscal pero
los británicos prefieren llamarlo «un centro financiero». Sin embargo, este
centro financiero tiene los días contados cuando se convierta en frontera
exterior de la UE. Desde la firma del tratado de Utrech en 1713 donde España,
por medio de Carlos III, cedió el conocido como promontorio de Calpe poniendo
fin a la Guerra de Sucesión, ha pasado por momentos de bloqueo como el que
aplicó Franco en 1969 que no fue levantado hasta 1985. 12 000 trabajadores
cruzan la frontera a diario pero si UK abandona la UE, Gibraltar, también lo
hace y quedándose fuera del mercado único que garantiza el activo de las
empresas allí asentadas. Sin estos holding de empresas, Gibraltar es,
solo, una pequeña isla turística de 7 km2 a
la que España ya ha anticipado un principio de adhesión donde los habitantes
podrían disfrutar de compartir ambas nacionalidades —cosa que desde Londres
niegan categóricamente, claro—.
Como puede verse, un escenario con un
apasionante calado político que podría ser un best seller de no tratarse
de jugar con las vidas de tantas personas. La política debiera ser una forma de
alcanzar acuerdos y sumar voluntades, no de crear discordias, sembrar miedos y
edificar barreras pero eso sería posible si los líderes fueran tal cosa y no
meros calentadores de asiento preocupados por su visión cortoplacista de la
vida pues se mueven en períodos de 4 años mientras que el resto del mundo se
levanta para ser productivo, todos los días de su vida.
[1]
Referencia al ejercicio fiscal de 2017.
Créditos
imagen:
Autor grafiti: banksy /
https://bit.ly/2PzjywD (CC BY 2.0)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Estés o no de acuerdo conmigo, estoy seguro de que encontrarás la forma de comentar con respeto y buen talante.