viernes, 27 de marzo de 2020

Aplausos para ti, docente.



Desde que comenzó la cuarentena, cada noche, a las 20.00 h tomo a mi hijo en brazos y nos ponemos a batir palmas frente a la ventana. Es pequeño y aún no es consciente de lo que representa un mero hecho simbólico pero por alguna razón es algo que le emociona. Ver gente asomada a terrazas y balcones aplaudiendo y silbando es algo contagioso que hinche el corazón. 

Fuente: RTVE (ver link al final del documento).

Yo le explico que la situación que estamos viviendo es complicada y él entiende que debe serlo porque está afectando a las dos cosas más importantes que hay en la vida: el cole y el parque. Finalizado el momento, tras comprobar que nadie más queda visible y que no se oye ni el tráfico volvemos al interior y es cuando le pregunto si se imagina por qué hacemos este gesto cada noche. La verdad es que apenas me presta atención, su cabeza gira ya en torno a otros temas pero, alguna vez, me ha respondido que se hace “porque es algo bueno” y le doy la razón mientras alabo que esa cabecita funcione. Claro que es algo bueno y lo es porque supone que muchísima gente está de acuerdo en algo que nos atañe como sociedad. Es un reconocimiento a una labor fantástica, ejemplar, valiente que están acometiendo todos los colectivos relacionados con la sanidad que están salvando vidas a costa de su propia salud. Yo trato de explicárselo con frases cortitas, con ejemplos a su alcance y haciendo referencia a los médicos (siempre son hombres) y enfermeras (siempre mujeres) de sus dibujos favoritos. Le explico que son gente que hacen un trabajo especial que el resto necesitamos y por eso hay que ayudarles a que se sientan bien, que noten el apoyo y agradecimiento de todos porque nos ayudan a no enfermar con sus consejos y a recuperarnos con sus cuidados. 

La cuestión es que este razonamiento me parece correcto pero incompleto y no debo ser el único que lo piensa porque ya se ha visto a gente en distintas zonas del país aplaudiendo y reconociendo la labor de otra gente que suele quedar oculta pero cuyo trabajo es extraordinariamente importante. Cada vez que vamos a comprar hay una plantilla que se afana por que no falte el género en las estanterías tratando de crear una atmósfera de cierta normalidad y apaciguando el instinto de supervivencia que ha llevado a desabastecer supermercados enteros en los primeros días confinamiento. Esos productos llegan a los establecimientos porque una industria transportista lo permite y esto es así porque toda una industria del sector primario y productos esenciales apenas ha visto mermado su trabajo. Todo es una cadena. 

La higiene es otro eje fundamental de esta lucha y por ello no puede olvidarse la gran labor de los equipos de limpieza y de desinfección que mantienen en condiciones óptimas nuestras ciudades. 

Si hablamos de que un elemento imprescindible para superar esta situación es evitar los contagios, disuadir de llevar a cabo una fértil vida social se torna más que necesario y para ello tenemos a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado que se afanan por conseguir que las calles se encuentren expeditas con la excepción de aquellos servicios esenciales. 

Desplazarse cuando es inevitable también supone un reto. Cuántas personas mayores necesitan seguir acudiendo al médico, cuántas sin vehículo, cuántas familias que no pueden eludir visitar al pediatra o cuántos tienen que seguir acudiendo al trabajo porque lo suyo no es algo que se pueda realizar desde casa o porque la empresa sigue viviendo en el siglo pasado y ha preferido huir de la tecnología (hasta ahora porque, después de este cataclismo económico que se avecina, tendrá los días contados). Es por ello que las empresas de transporte también realizan una labor ejemplar a pie de trinchera. Y así podríamos seguir hilvanando toda una red de profesiones y empleos que se antojan imprescindibles, desde los gasolineros hasta las funerarias pasando por mantenimiento de redes eléctricas, ascensores, servicios multimedia y comunicaciones… 

Y es así que llevo en mi cabeza toda esta ristra de pensamientos y en mi corazón todo este cóctel de sentimientos y sensaciones cuando pienso en mi propio sector. ¿Qué aportamos los docentes a todo esto? Nadie saldrá al balcón a aplaudir esta noche por nosotros. Pocos pensarán que nuestra tarea es algo vital. Muy pocos atisbarán siquiera lo que ahora mismo está ocurriendo en muchas casas de profesores que están “confinados dentro del confinamiento” con su portátil, su webcam y una marabunta de libros y cuadernos preparando actividades y clases online, corrigiendo ejercicios y prácticas, masticando las instrucciones de nuevas aplicaciones que puedan ayudar a sus estudiantes a seguir avanzando, creando tutoriales para que puedan ser consumidos por sus alumnos en la misma forma en que hasta hace poco lo hacían en clase, buscando alternativas a las dificultades técnicas, realizando tutorías telemáticas mientras sus propios hijos les demandan atención desquiciados por la energía que acumulan. Esos profesionales están garantizando un derecho constitucional, el de la Educación y lo hacen con sus propios recursos no con materiales de la Administración. En la gran mayoría de los casos se han formado a sí mismos, no con cursos de alto nivel en horario laboral y con recursos de última tecnología pagados por la empresa, no, antes bien han aprendido en sus horas libres, o por las noches, o de buena mañana antes de empezar la jornada, preguntando aquí y allá y compartiendo lo aprendido entre sus iguales. Yo lo sé bien porque estoy rodeado de un gran equipo humano que se empeña en aprender y evolucionar a pesar de las circunstancias y las adversidades y aunque me supone invertir (nunca perder) tiempo en resolver dudas me contagian su pasión por lo que hacen. En todos los niveles, desde la educación infantil a la universidad hay gente de toda condición pero aquí no se debe hablar de medias. Me decía un profesor de termotecnia en la carrera que las medias sirven para lo que sirven. Si al meter la cabeza en una nevera a -10ºC y los pies en un horno a 82ºC tenemos un cuerpo estable a 36ºC de media no será porque el cuerpo esté sano sino porque no sabemos usar los números. Por supuesto es una exageración pero ilustra que los casos extremos son solo eso, extremos. Hay personajes mediáticos que copan las plataformas de medios con recetas mágicas inalcanzables con ratios reales y medios estándar (los que todos tenemos) y hay gente despreocupada que nunca tuvo vocación ni profesionalidad (lo que para mí es aún peor). Pero quitando los extremos de esta ecuación quedamos el resto, gente normal, con ganas de hacer las cosas, de aprender a hacer nuestro trabajo cada día mejor, de empujar hacia la excelencia a nuestros grupos, de crear ciudadanos de primera con valores de primera (y que pueda verse el resultado cuando lleguen situaciones excepcionales como la que nos está tocando vivir). Gente normal, sin bata blanca, sin gorra, sin camión, sin caja registradora…, pero que nos empeñamos en sacar adelante a la mejor generación que nuestro futuro se merece. 

Esta noche, a las 20.00h saldré con mi hijo a la ventana y aplaudiremos a todos esos colectivos que merecen un reconocimiento por su labor, porque sí, porque se lo merecen y porque es de bien nacidos ser agradecidos que decía el refranero pero hoy, una parte de esos aplausos (y así se lo explicaré a mi hijo) irá dedicada a esos grandes profesionales que no os acomodáis y lucháis contra viento y marea, en la sombra y, a veces, ninguneados por las propias familias a las que tratáis de ayudar y por vuestros responsables en la Administración, por conseguir con vuestro trabajo y amor propio que haya gente el día de mañana a la que siga mereciendo la pena aplaudir.

Imagen: RTVE. Link.

1 comentario:

  1. Como individuo de esta sociedad que ha sido puesta a prueba, me identifico con este sentido y merecido agradecimiento a todos aquellos que están poniendo su vida en riesgo y, por ello tangas y tantas personas, lo agradecemos cada tarde. Además, ha sido muy tierno leer cómo un niño tan pequeño ha sido capaz de darse cuenta de lo importante, lo que subyace a todo ésto.
    Como docente me ha llegado al alma...

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