domingo, 1 de octubre de 2023

La IA en la educación: ¿con ella o contra ella?

Hablar de Inteligencia Artificial es hablar de neurociencia, de evolución, de matemáticas, de filosofía, de física de materiales, de lingüística, de teoría de la computación, de ética, de psicología cognitiva... La IA que hoy conocemos está basada en una amalgama de disciplinas que han ido creando una superestructura de la información y una serie de puentes que permiten al humano comunicarse con la máquina.


No se trata de un hallazgo reciente, en realidad; llevamos casi un siglo desarrollando esta tecnología que se ha disparado desde finales de 2022 con la aparición de ChatGPT y que promete crecer exponencialmente en los próximos meses hasta alcanzar un primer gran hito en 2025, tal y como pronostican muchos gurús del ramo.

Para los prehistóricos digitales que fuimos testigos del nacimiento de los teléfonos móviles y de los actuales gigantes tecnológicos, prodigios como los asistentes virtuales de Google o Amazon o los analizadores de consumo de las plataformas multimedia, suponen un salto cualitativo en lo que acceso a la información y gestión de contenidos se refiere. Estos algoritmos inteligentes han dado el salto a tareas cotidianas conviviendo (¿influyendo?) con nuestras decisiones, desde las aplicaciones de mensajería hasta gestores de bancos, operadores de telefonía, empresas sanitarias, aerolíneas, turoperadores, cadenas de distribución de comida, logística, academias online y un largo etcétera que no deja de crecer.

Centrándonos en el plano educativo, sería de ilusos pensar que nuestros estudiantes desconocen qué es la Inteligencia Artificial, que no la controlan mucho mejor que la mayoría de los docentes y que no van a usarla en las actividades que les propongamos.

Si lo pensamos bien, la IA ha planteado una paradoja en lo concerniente al sistema educativo. Desde que recuerdo, quienes han podido permitírselo, han contado con profesores particulares (yo mismo fui uno de tantos universitarios que con las clases que daba pagaba las fotocopias -que no los carísimos libros- que requerían mis estudios), academias o preparadores que hacían por ellos (para qué nos vamos a engañar) lo que se les encomendaba en clase. Con la cercanía que supone Internet se puso de moda  contratar la realización completa de trabajos de fin de grado o máster de calidad suficiente para pasar el corte. Hasta ahora, nadie veía que eso fuera un problema. Y no lo era porque no era una opción mayoritaria pues no todo el mundo podía permitírselo. Ahora, con la llegada de la IA, basta un teléfono móvil y saber escribir para apañárselas con cualquier actividad ordinaria de clase, con la redacción de informes y documentos de trabajo, con la conversación escrita en cualquier formato e idioma, con la realización de presentaciones... Y, ahora sí, tenemos un problema. 

Las tareas que los estudiantes han de trabajar en casa para reforzar su aprendizaje estaban destinadas (o deberían) a evocar lo aprendido en clase, a trabajarlo de otra manera incorporando los contenidos a procesos que implicaran un desempeño cognitivo, a bucear en la memoria para acercar a nuestra orilla aquello que aprendimos pero que dejamos caer por falta de uso, a construir un entramado de saberes bien trabados sobre los que edificar la siguiente capa de conocimiento.

Cualquiera que haya probado a usar alguna de los centenares de aplicaciones de IA que existen habrá comprendido que ya no tiene sentido emplear tareas repetitivas, memorísticas, de búsquedas abiertas de información, de rellenar huecos, de traducir frases, de reescribir párrafos, de analizar textos, de redactar, de hacer cálculos, de visionar un vídeo, de analizar oraciones o resolver problemas matemáticos estándar, de responder a preguntas formuladas sobre una temática, de describir escenas, de localizar el nombre o estilo de obras literarias o de arte... Todo esto y la gran mayoría de las actividades que hemos podido venir trabajando, con buena fe, fuera del aula, han dejado de tener sentido.

¿Hemos de alzar, pues, nuestras horcas y condenar a la IA a la hoguera? Aunque ese fuera nuestro deseo, corto recorrido tendría nuestra ambición.

El papel del docente ha cambiado (otra vez), pero no por los incesantes vaivenes legislativos, a esos, ya estábamos acostumbrados. Ahora, ha surgido un nuevo estilo de enseñanza que va más allá de los modernismos vestidos de purpurina y las modas pedagógicas vacías que se alimentan de sofismos y se propagan como la pólvora a golpe de hashtag. La IA se ha instaurado en nuestros terminales a cara descubierta seduciéndonos con un universo de aplicaciones que nos harán ahorrar tiempo en nuestras tareas a cambio de una pequeña curva de aprendizaje.

Habiendo dejado claro que la irrupción en la escuela (y en la vida) de estas hambrientas redes neuronales es irrevocable (nada que haya inventado el ser humano ha sufrido una involución por muy dañino que haya resultado para los demás o para nosotros) y yendo al papel que ha de representar el docente en esta trama, encontramos algunas bondades que son las que verdaderamente merecen ser destacadas. Os dejo aquí un sucinto decálogo que iré desgranando en futuras entradas.

  1. La flexibilidad que ofrece al proceso de aprendizaje permite adaptar la metodología al individuo, dando un paso más allá en la atención a la diversidad y el acercamiento a los preceptos del marco DUA (Diseño Universal del Aprendizaje), algo que aún está cogido por pinzas y que, hasta que no se haga una apuesta con formación y recursos, solo parece sostenerse en el papel.
  2. Dada la potencia de cálculo con que cuentan estos avanzados algoritmos resultan ser unos excelentes detectives de patrones, algo que se usa en meteorología, en el escrutinio de imágenes clínicas, en astronomía, en dinámicas electorales y, también, en la detección de dificultades del aprendizaje permitiendo acelerar el proceso diagnóstico y adelantar aquellas medidas pedagógicas que se requieran en beneficio del estudiante.
  3. La carga administrativa (por supuesto, es un eufemismo para referirme a la absurda burocracia que obliga a escribir legajos que nadie leerá nunca) puede reducirse a su mínima expresión a golpe de prompt, adelgazando el tiempo invertido (perdido, en realidad) en esta tarea para dedicarlo a la función docente propiamente dicha.
  4. El uso correcto de la IA permitirá al alumno escalar en su autoaprendizaje, algo que viene apareciendo como requisito en las distintas normativas fraguadas desde 2015. Los chatbots y los asistentes virtuales que podemos diseñar permitirán al estudiante trabajar las distintas competencias a su propio ritmo, con un lenguaje que le resulte comprensible y con ejemplos compatibles con sus conocimientos previos.
  5. Las actividades que se propongan podrán ser más motivadores al lograr acercarse al centro de interés del estudiante, confeccionando diferentes alternativas para cada tarea.
  6. Nunca antes fue tan fácil realizar una curación y catalogación de contenidos. No solo los docentes podrán incorporar auténticos repositorios de eficacia contrastada sino que serán los propios estudiantes quienes elaboren sus propios materiales atendiendo a unas sencillas premisas del docente (que en este nuevo rol, actuará más como un facilitador que como un erudito en la materia).
  7. Las retroalimentaciones que pueden ofrecerse con la IA dejan de ser meras observaciones superficiales y generalistas para focalizarse en aquellas destrezas, saberes o competencias en las que cada estudiante en concreto puede y debe mejorar para lograr su perfil de salida al término de la etapa.
  8. ¿Sabías que existen chatbots asistenciales que interaccionan con menores que presentan dificultades de adaptación y sociabilidad a un nivel tan profundo que han permitido descubrir problemas de acoso, de salud psiquiátrica y de bienestar emocional? Imagino la cantidad de alarmas que pueden asaltarnos al leer esto e imaginar la forma en que se introducen en nuestra intimidad pero, pensando con frialdad, ¿no se justifica intentarlo cuando todo lo demás no funciona?
  9. El concepto de que los docentes elaboremos nuestros propios recursos educativos es algo que debe provocar sueños húmedos en el Legislador y pesadillas en el sector editorial pero la realidad es que cada vez resulta más difícil encontrar un texto cuyos contenidos estén actualizados, sean coherentes, plurales, adaptativos, suficientes y que se mantengan en vigor durante la vida útil del texto, que llega a resultar sorprendentemente longeva. Con la IA, la creación de materiales y su incorporación a distintas situaciones de aprendizaje poniendo en práctica las oportunas dinámicas de trabajo, es mucho más llevadera y eficiente.
  10. Crear evidencias de aprendizaje que ayuden a configurar el mapa de aprendizaje del alumno como ser individual es más que necesario habida cuenta de que proliferan las actividades grupales y cooperativas. En algún momento, habrá que contarse con herramientas para desligar el trabajo de equipo de la participación de cada estudiante o correremos el riesgo de bonificar injustamente una falta de implicación o penalizar de forma aún más injusta un sobreesfuerzo motivado por una tendencia a ensalzar el promedio. La IA permite generar estas adaptaciones y nosotros podremos explicitarlas frente al alumnado de forma que sirva como acicate para que nadie se acomode al trabajo del vecino ni rezongue por un pretendido agravio comparativo.

La escuela debe preparar a los jóvenes para los cambios que se están produciendo a toda velocidad más allá de las paredes del colegio, instituto o universidad. El mundo se tecnifica, es un hecho, y no podemos seguir trabajando de espaldas a esta realidad. Hacer de esta tecnología una herramienta con la que alcanzar mayores cotas es una necesidad. Debemos perder al miedo a lo nuevo, integrarlo de forma correcta en nuestro desempeño profesional aprendiendo a usarlo de forma correcta y enseñando a usarlo de forma ética. De no hacerlo, es posible que en unos años veamos una realidad donde habrá quienes usen la IA para trabajar mejor y quienes trabajen para una IA mejorada.

 

F. Javier Luque.





lunes, 10 de enero de 2022

¿POR QUÉ SUBE EL PRECIO DE LA LUZ?

Comenzamos el año como terminamos el anterior (algo lógico, por otro lado, porque la vida no entiende de celebraciones a cuenta de que nuestro planeta finalice una vuelta alrededor de nuestra estrella) con incertidumbre sobre cómo afectará a nuestro trabajo y, sobre todo, a la salud de los nuestros, la escalada de contagios de este virus que le ha tomado gusto a acompañarnos. 

Si mientras montamos el árbol de navidad, en los primeros días de diciembre, suenan alegres villancicos y la cabeza se llena de ideas para regalar, de comidas especiales para la celebración y de esperanza por ver a nuestros seres queridos más lejanos (más aún en las condiciones actuales), mientras lo desmontamos, en enero, lo que acude, es la cuesta que se presenta. Esta vez, la gráfica de la escalada de precios no será tan empinada como la gráfica de evolución de la COVID-19 pero nos dará un susto a cuenta de la subida de la luz.


miércoles, 29 de diciembre de 2021

FOMO, EL SÍNDROME QUE ESTÁ ALIENANDO A LOS JÓVENES

FOMO (Fear of Missing Out)


Demos un saludable paseo de treinta minutos observando atentamente a cuanto nos rodea. Da igual que nos encontremos cerca de la playa o en una ciudad de interior, en una barriada periférica o en las calles más céntricas, en una gran urbe o en pueblo, en una zona de comercios o en un parque... ¿Qué elemento se repite sin excepción?



domingo, 10 de octubre de 2021

GURÚS RENEGONES DE LA MEMORIA

Me da la impresión de que la palabra «gurú» no ha tenido unas connotaciones tan malas desde que recuerdo pero, claro, estamos asistiendo en los últimos años a un desfile de estas protocriaturas que vagan por redes sociales y plataformas televisivas aportando recetas mágicas, desde la distancia y el desconocimiento, pretendiendo aluzar nuestros caminos desde una posición superior, normalmente, la que marca el puñado de escalones que permiten alcanzar las tarimas de los eventos ¿educativos? patrocinados por las grandes compañías telefónicas, eléctricas o de banca.




sábado, 27 de febrero de 2021

LA ILUSIÓN DEL TIEMPO CONTINUO

Hablar del tiempo desde un punto de vista ontológico suele causar angustia e incomodidad por muy apasionante que resulte y por muy intrigantes que resulten las aportaciones de nuestros interlocutores. Su concepto ha venido discutiéndose desde los presocráticos y, aún hoy, seguimos valiéndonos de teorías para elucubrar sobre su razón de ser y de experimentos que arrojen luz sobre la dirección en la que debe investigarse. La verdad, es que, a estas alturas, no hemos tenido tiempo de saber con certeza  qué es el tiempo.